domingo, 31 de janeiro de 2016

Prudencia y valentía digital

El impacto de las redes sociales sobre las personas, y la sociedad en general, es indiscutible. Ya han pasado, sin embargo, los días en los que se pensaba que cualquier cosa se podía decir y vamos tomando conciencia de la relevancia de la vida pública digital. Hemos visto ya muchos errores, de los que cualquier persona debería aprender. E igualmente ya tenemos experiencia del bien que puede surgir de manos de personas inteligentes que saben moverse con acierto en esta plaza pública.
Un paso más allá está la necesidad de reflexionar sobre las virtudes no sólo de la red, sino de las personas que están en ellas. De ahí que convenga recurrir a Aristóteles una vez más para recordar que la prudencia hace posible la vida buena, también en el continente digital. Alguien prudente no es quien elige el término medio para no mojarse, quien se queda en las barreras viendo la acción más allá de lo suyo, sino quien se implica con inteligencia, de modo sosegado. Quizá la palabra "imprudente" sirva para mostrar aún mejor qué quiere decir. Porque imprudente es quien no controla lo propio, quien no es dueño de sí mismo, quien está vendido como veleta a los aires que corren, quien no es capaz de pararse y pensar, quien no ajusta sus palabras y dice lo primero que se le ocurre.
Por tanto, prudente es quien sabe dirigir su vida digital de acuerdo con la moderación, con la sensatez, sin exponerse innecesariamente, sabiendo con quién habla, qué lenguaje es el oportuno, qué conviene decir y qué callar. Las palabras (e imágenes) descubren una vez más en la historia de la humanidad su fuerza de mano de los tweets, los comentarios, los post o los estados de Facebook. Su capacidad para transformar la realidad generando opinión pública va de la mano de la exposición de uno mismo, del compromiso con aquello que dice o calla, de la revelación de quiénes somos, cómo somos, cómo queremos vivir.
Dicho esto, en ningún momento la prudencia evita la valentía. Es más, convierte el riesgo en una determinación inteligente y pacífica. Por eso también considero necesario apuntar en esta dirección para que la red no pierda su capacidad profética y propositiva, sin romper por ello la comunión, la libertad, la acogida del otro.

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