20/06/2016 - XISKYA VALLADARES
Somos 7.210 millones de personas en el planeta. De estas,
3.010 somos usuarios activos de Internet. Y 2.078 millones usuarios activos
de una red social. Son datos que ofrece wearesocial.org Es decir, el 89% de
los internautas está en una red social. Estos datos nos confirman que el ser
humano es un ser relacional (¿acaso no es relación la Trinidad y no somos
imagen y semejanza de Dios?). Las redes sociales son una respuesta a la
necesidad de comunicación que tenemos. Por eso, el deseo de contacto con
otras personas, la gratificación rápida, el reconocimiento personal, el
sentirse activo, los mensajes positivos, etc. son algunos de los motivos por
los que el ser humano es proclive a las redes sociales.
Sin embargo, existe una visión negativa de todo esto entre
personas que defienden la deshumanización que ha traído la tecnología. Un
ejemplo de ello es Zygmunt Bauman, sociólogo polaco de 90 años que planteó la
idea de la “modernidad
líquida” (una etapa en la cual todo lo que era sólido se ha
licuado, en la cual “nuestros
acuerdos son temporales, pasajeros, válidos solo hasta nuevo aviso”).
Para él, las redes sociales son una trampa; dice que la gente se siente un
poco mejor porque la soledad es la gran amenaza en estos tiempos de
individualización. Afirma que se basan en un modelo de relación humana basada
en la extimidad (es decir, en exteriorizar/narrar lo íntimo) y en
la simplicidad del vínculo, reducido en muchos casos a hacer clic en una
serie de iconos que se nos ofrecen. Para él los nuevos estándares de
comunicación nos empobrecen. En una entrevista para El País (9 de enero 2016)
decía textualmente: “Mucha
gente usa las redes sociales no para unir, no para ampliar sus horizontes,
sino al contrario, para encerrarse en lo que llamo zonas de confort, donde el
único sonido que oyen es el eco de su voz, donde lo único que ven son los
reflejos de su propia cara. Las redes son muy útiles, dan servicios muy
placenteros, pero son una trampa.”
Esta es una de las muchas visiones negativas de Internet y de
las redes sociales. Están también los que dicen que no permiten profundizar,
ni establecer relaciones auténticas, ni poder formar comunidad real. O los que
simplemente defienden que se convierten en una adicción difícil de controlar,
una especie de estupefaciente para personas de psicología débil que necesitan
esta droga para escapar de la dura realidad cotidiana personal o social.
No es esta nuestra visión de Internet ni de las redes
sociales. Tampoco es la de la Iglesia y concretamente de los últimos papas.
Ya desde 1975, el papa Pablo VI escribía: “La
Iglesia se sentiría culpable ante Dios si no empleara esos poderosos medios,
que la inteligencia humana perfecciona cada vez más. Con ellos la Iglesia
'pregona desde los terrados' (cf. Mt 10, 27; Lc 12, 3) el
mensaje del que es depositaria" (Evangelii nuntiandi, 45).
Cinco años después, en 1980, Juan Pablo II ofrecía una visión
también positiva y bastante acertada sobre el futuro de lo que en esos
momentos eran los “nuevos medios”. Lo expresa así en su encíclica Dives in
Misericordia:
“El desarrollo de la informática, por ejemplo, multiplicará la
capacidad creadora del hombre y le permitirá el acceso a las riquezas
intelectuales y culturales de otros pueblos. Las nuevas técnicas de la
comunicación favorecerán una mayor participación en los acontecimientos y un
intercambio creciente de las ideas. Las adquisiciones de la ciencia
biológica, psicológica o social ayudarán al hombre a penetrar mejor en la
riqueza de su propio ser. Y si es verdad que ese progreso sigue siendo
todavía muy a menudo el privilegio de los países industrializados, no se
puede negar que la perspectiva de hacer beneficiarios a todos los pueblos y a
todos los países no es ya una simple utopía, dado que existe una real
voluntad política a este respecto.” (Dives in misericordia, 10)
Entonces, ¿cómo vemos Internet y las redes sociales desde la
Iglesia?
En primer lugar, la Iglesia enmarca Internet y las redes
sociales dentro del panorama de la “nueva evangelización”. Fue el mismo Juan
XXIII quien en su discurso de apertura del concilio Vaticano II decía que los
cambios del mundo abrían posibilidades para el apostolado católico: “ante todo es necesario que la
Iglesia no se aparte del sacro patrimonio de la verdad, recibido de los
padres; pero, al mismo tiempo, debe mirar a lo presente, a las nuevas
condiciones y formas de vida introducidas en el mundo actual, que han abierto
nuevos caminos para el apostolado católico.”
Más adelante, Juan Pablo II utiliza por primera vez el término
“nueva evangelización” en su homilía de la misa para los obreros de Nowa
Huta, en Polonia: “La
nueva cruz de madera ha surgido no lejos de aquí, exactamente durante las
celebraciones del milenario. Con ella hemos recibido una señal: que en
el umbral del nuevo milenio —en esta nueva época, en las nuevas condiciones
de vida—, vuelve a ser anunciado el Evangelio. Se ha dado comienzo a una
nueva evangelización, como si se tratara de un segundo anuncio, aunque en
realidad es siempre el mismo. La cruz está elevada sobre el mundo que
avanza.” (Juan Pablo II, 8 de junio 1979). Este término será muy
usado durante todo su pontificado y también en el del papa Benedicto XVI. En
él, las redes sociales quedan enmarcadas como un lugar para evangelizar.
Todo esto fue perfilándose cada vez más claro en los mensajes
para las Jornadas Mundiales de las Comunicaciones Sociales, a partir del año
1990 hasta llegar al de este año 2016 en la que el papa Francisco trata el
tema de comunicar con misericordia. Pero antes de pasar a su contenido,
ofrecemos tres conceptos más que considero importante para terminar de
comprender la importancia que tiene la presencia misericordiosa en las redes
sociales.
Internet es un lugar en
el que podemos encontrarnos para compartir, opinar, charlar, del mismo modo
que se viene haciendo desde hace mucho tiempo en las plazas públicas, en las
cafeterías, los clubs, etc. El mismo papa Benedicto XVI, en su mensaje por la
IXLIII Jornada Mundial para las Comunicaciones Sociales, lo llamó el
“Continente Digital”, un lugar también para evangelizar: “A vosotros, jóvenes, que casi
espontáneamente os sentís en sintonía con estos nuevos medios de
comunicación, os corresponde de manera particular la tarea de evangelizar
este "continente digital". Haceos cargo con entusiasmo del anuncio
del Evangelio a vuestros coetáneos.” Lo afirma también el
jesuita, director de la Civiltà Cattolica, Antonio Spadaro (2014) en su libro
“Quando la fede si fa social”: “Internet
es un lugar cálido de humanidad, donde los hombres expresan esperanza, dudas,
incluso el deseo de verdad y los interrogantes sobre el sentido”.
Y el columnista del The Guardian y profesor de la universidad de New York,
Jeff Jarvis (2016). Este último afirmaba en una charla en la Universidad CEU
San Pablo en marzo de 2016: “Hemos
cometido el error de juzgar internet como un medio cuando internet es un
lugar donde la gente se junta y habla. Como en todas partes hay listos y
tontos, cosas buenas y malas". No se trata, por tanto, de
una herramienta, sino de sitio donde está la gente.
Internet nos permite traspasar las
fronteras. Si en 1967, Stanley Milgram demostró que cualquiera en la
Tierra puede estar conectado a cualquier otra persona del planeta a través de
una cadena de conocidos que no tiene más de cinco intermediarios (conectando
a ambas personas con sólo seis enlaces), imaginemos la facilidad que nos
ofrece Internet para conectar con la gente. Aunque Ducan Watts (2002) llegó a
la misma conclusión que Milgram con el correo electrónico, es muy probable
que con las redes sociales sean necesarios muchos menos intermediarios
para conectar con cualquier persona del planeta.
Internet nos permite influir en otros. James
Fowler y Nicholas Christakis (2010) han demostrado que en la redes sociales
reales (no digitales) el grado de influencia alcanza sólo tres grados de
distancia: a nuestro amigos (grado 1), a los amigos de nuestros amigos (grado
2) y a los amigos de los amigos de nuestros amigos (grado 3); y a partir del
cuarto grado comienzan a disiparse los efectos. Pero podemos pensar que el
contagio se multiplica aún más a través de las redes sociales digitales.
Con todo esto, subrayamos que en un lugar tan habitado como
Internet, en el que podemos obtener un alcance insospechado y una influencia
enorme, la misericordia pasa a ser central a la hora de comunicar.
Misericordia es que convirtamos las redes en verdaderos encuentros,
traspasando fronteras de modo que el contagio de misericordia y todo lo que
veremos significa para el papa Francisco, sea un llenar de Evangelio las
calles digitales.
Pero ¿cómo
se comunica con misericordia en las redes sociales? Nos lo
explica el papa Francisco en su mensaje para la 50 Jornada Mundial de las
Comunicaciones Sociales. De ella he extraído un resumen a modo de decálogo
que nos permita tener más presente sus consejos:
1.
INCLUSIÓN: “La
comunicación tiene el poder de crear puentes, de favorecer el encuentro y la
inclusión, enriqueciendo de este modo la sociedad.”
2.
SANACIÓN: “Quisiera,
por tanto, invitar a las personas de buena voluntad a descubrir el poder de
la misericordia de sanar las relaciones dañadas y de volver a llevar paz y
armonía a las familias y a las comunidades.”
3.
DENUNCIA: “Nuestra
tarea es amonestar a quien se equivoca, denunciando la maldad y la injusticia
de ciertos comportamientos, con el fin de liberar a las víctimas y de
levantar al caído.”
4.
CORAZÓN: “En
particular, es característico del lenguaje y de las acciones de la Iglesia
transmitir misericordia, para tocar el corazón de las personas y sostenerlas
en el camino hacia la plenitud de la vida, que Jesucristo, enviado por el
Padre, ha venido a traer a todos.”
5.
ACOGIDA: “Nosotros
podemos y debemos juzgar situaciones de pecado –violencia, corrupción,
explotación, etc.–, pero no podemos juzgar a las personas, porque sólo Dios
puede leer en profundidad sus corazones.”
6.
ESCUCHA: “Comunicar
significa compartir, y para compartir se necesita escuchar, acoger. Escuchar
es mucho más que oír. Oír hace referencia al ámbito de la información;
escuchar, sin embargo, evoca la comunicación, y necesita cercanía.”
7.
ENCUENTRO: “La
comunicación tiene el poder de crear puentes, de favorecer el encuentro y la
inclusión, enriqueciendo de este modo la sociedad.”
8.
CERCANÍA: “En un
mundo dividido, fragmentado, polarizado, comunicar con misericordia significa
contribuir a la buena, libre y solidaria cercanía entre los hijos de Dios y
los hermanos en humanidad.”
9.
HUMILDAD: “Cómo
desearía que nuestro modo de comunicar, y también nuestro servicio de
pastores de la Iglesia, nunca expresara el orgullo soberbio del triunfo sobre
el enemigo, ni humillara a quienes la mentalidad del mundo considera
perdedores y material de desecho.”
10.
SERVICIO: “Poner
humildemente las propias capacidades y los propios dones al servicio del bien
común.”
El papa dedica un largo párrafo expresamente a la comunicación
digital.
“También los correos electrónicos, los mensajes de texto, las
redes sociales, los foros pueden ser formas de comunicación plenamente
humanas. No es la tecnología la que determina si la comunicación es auténtica
o no, sino el corazón del hombre y su capacidad para usar bien los medios a
su disposición. Las redes sociales son capaces de favorecer las relaciones y
de promover el bien de la sociedad, pero también pueden conducir a una
ulterior polarización y división entre las personas y los grupos. El entorno
digital es una plaza, un lugar de encuentro, donde se puede acariciar o
herir, tener una provechosa discusión o un linchamiento moral. Pido que el
Año Jubilar vivido en la misericordia «nos haga más abiertos al diálogo para
conocernos y comprendernos mejor; elimine toda forma de cerrazón y desprecio,
y aleje cualquier forma de violencia y de discriminación» (Misericordiae
vultus, 23). También en red se construye una verdadera ciudadanía. El acceso
a las redes digitales lleva consigo una responsabilidad por el otro, que no
vemos pero que es real, tiene una dignidad que debe ser respetada. La red
puede ser bien utilizada para hacer crecer una sociedad sana y abierta a la
puesta en común.” (Papa Francisco)
Por tanto, comunicar
con misericordia en las redes sociales consiste más en un testimonio
con la actitud que en un bombardeo de mensajes religiosos. Esto ya nos lo
recordaba Monseñor Claudio María Celli cuando era prefecto de la Sagrada
Congregación para las Comunicaciones Sociales: “Los católicos no deben bombardear la web de mensajes
religiosos sino dar testimonio” (17 de marzo 2015). Esta es una
idea que ya el papa Pablo VI subrayaba en la Evangelii Nuntiandi “la Iglesia comunica por atracción
y no por propaganda religiosa”. Atracción significa que los otros
comprenden el mensaje a través de nuestro testimonio. Esta es la fuerza
primaria de la comunicación en la Iglesia. Así pues, para comunicar con
misericordia, es indispensable tener experiencia de la misma. Será imposible
mostrarnos humildes si no vivimos la humildad, denunciar si no sentimos como
propias las injusticias que sufren los otros, o sanar relaciones dañadas,
mientras vivimos con un corazón enfermo por el rencor o la amargura.
Finalmente, el papa Francisco nos invita a “no tener miedo de entrar en las
redes sociales”. No por inconsciencia de los riesgos o peligros
que tienen, sino porque nos encontramos ante una realidad que no tiene vuelta
atrás. Monseñor Celli decía que se trata de aceptar el reto que supone la
tecnología, el reto de estar presente en el continente digital y conseguir
que también en este continente resuene la buena noticia del Evangelio.
|
SALVE DEUS! FAÇAM O FAVOR DE SEREM FELIZES. COMAM E BEBAM; A MESA ESTÁ POSTA! SALVE DEUS
segunda-feira, 20 de junho de 2016
Comunicar con misericordia en Redes Sociales
Assinar:
Postar comentários (Atom)
Nenhum comentário:
Postar um comentário