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Internet tiene muchísimas cosas buenas; pero en muchos casos hemos empezado a usar las redes acríticamente y sin que nadie nos enseñe a usarlas debidamente. Lo cierto es que es un mundo atractivo, interesante, está de moda… que está cambiando nuestra forma de relacionarnos, no siempre para bien.
Aprendemos a relacionarnos en el trato con otras personas, en relaciones personales: y así aprendemos a integrar los sentimientos con la razón y la voluntad. Pero, en la red, la comunicación es muy emocional (fijaros en el uso de emoticonos; si contestas un WhatsApp con un sí o un no, muchas veces te preguntan si estás enfadado); además damos prioridad a los aspectos agradables: no sólo en lo que mostramos de nosotros mismos, también en lo que esperamos de los demás; y, aunque a veces sea de modo inconsciente, buscamos la gratificación emocional, que nos reconozcan y valoren lo que compartimos.
Por otro lado, puede darse una falta de auténtico compromiso, una falta de implicación personal (por ejemplo, sentirse muy solidario con una causa sólo por haber tuiteado algo a favor). Y es que en la red la voluntad no trabaja: en el tú a tú tienes que aprender a solucionar las dificultades que surgen en esa relación; y si el sentimiento un día está más apagado, la voluntad tendrá que hacer un esfuerzo. En la red, si un día no tienes ganas de relacionarte, desconectas; si alguien no te cae bien, lo eliminas de tu lista; o lo bloqueas… Pero si tratas así a las personas en tu vida, esa relación será probablemente inmadura, se moverá sobre todo por los impulsos emocionales sin tener en cuenta que una relación madura supone integrar emociones con razón y voluntad.
Además, para tener relaciones personales de calidad hay que dedicar a cada uno un tiempo: es bueno poder comunicarse con alguien a través de la red pero ¿cuántas conversaciones de WhatsApp tienes a la vez? ¿Te estás enterando de verdad de lo que te cuentan? Y esta forma de comunicación puede llevar a distancia: ¿te comunicamos por WhatsApp con personas que están en la misma casa en lugar de ir a hablar con ellas? Cuando estás con una persona ¿estás a la vez en la red?
Algunos de estos cambios no son buenos. La solución no es no usar las redes sino tener claro el fin para el que quieres usar cada herramienta digital; y pensar, también, cómo lo vas a usar, poniendo límites o volviendo a pensar cómo y para qué lo usas si empiezas a hacerlo de forma distinta a la intención original. De vez en cuando valora si es bueno para ti: si es bueno, adelante; si no es bueno, hay que poner límites porque lo importante es lo que el uso de las redes crea en tu corazón (¿aislamiento?¿dependencia?); hay que reconocerlo y, si hace falta recuperar la libertad, lo mejor es un tiempo de ayuno.
Hablando más concretamente de un uso excesivo, o incluso de una adicción, hay que tener en cuenta que es más fácil que se produzcan efectos negativos porque lo llevamos en el bolsillo (frente a revistas, ordenador de mesa en lugar común). Una buena definición de adicción es: “Cualquier inclinación desmedida hacia alguna actividad puede desembocar en una adicción… la adicción es una afición patológica que genera dependencia y resta libertad al ser humano” (Prof. Enrique Echeburúa) y que puede interferir en las relaciones y en el estilo de vida
Es importante tener en cuenta que es un uso abusivo si hay una pérdida de control, y estos síntomas te pueden dar una pista:
· Si se convierte en la actividad prioritaria de la vida diaria
· Síntomas de abstinencia: irritabilidad, tristeza, ansiedad
· Necesitas cada vez más tiempo (tolerancia)
· Pérdida de interés por aficiones previas
· Engañas sobre el tiempo que le dedicas (mentiras)
· Lo usas para aliviar un efecto negativo (sentimientos de indefensión, culpa, ansiedad, dificultades de relación)
· Empobrecimiento de la vida personal, aislamiento, disminución del rendimiento laboral/académico
En cuanto a los problemas que puede plantear el juego online, el punto crítico que marca la diferencia entre uso excesivo/uso patológico es si la persona se instala en una identidad falsa o distorsionada más satisfactoria que la real.
En el consumo de pornografía o cibersexo no hay intención de establecer comunicación ni una relación: es una conducta en la que sólo se busca recibir placer. Conviertes a una persona en un objeto, en “algo” que proporciona placer. Y engancha y crea adicción porque es accesible, anónimo, asequible. Trabaja la imaginación y la fantasía y por eso genera adicción. Pero genera un alto grado de sufrimiento, con una mayor carga moral que otras adicciones que lleva a la persona a vivirlo de modo más vergonzante: y así es una conducta menos confesada que lleva a intensos sentimientos de culpa, aislamiento, empobrecimiento a todos los niveles (económico, personal, social, laboral, espiritual). Tiene serios efectos, provocando dificultades para mantener una auténtica relación personal. Y además ensucia tanto la forma de conocer la relación sexual que cuesta mucho ver la limpieza, el bien, la belleza de la relación sexual conyugal: sólo ves la corrupción.
Entonces ¿qué hacemos para educar en el buen uso de los medios digitales?
Para empezar, hay que conocer las redes, los juegos; no se trata de prohibir el uso, sino de ordenarlo: enseñar a usarlo y a que sea la persona quien decida cómo, cuándo y para qué usar las redes. Es bueno usar las cosas abiertamente, sin esconderse. Y, lo mejor, es vivir la vida, disfrutar las relaciones, la amistad, la familia y cuidar la oración y vida de piedad porque si Cristo está en el centro del corazón, todo lo demás se ordena. |
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