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1. La comunicación es esencial al ser humano. No sólo necesitamos comunicarnos, sino recibir de los demás. Diría que esta relación recíproca, de cercanía y de presencia mutua, nos construye y constituye tanto personal como en común.
2. Un tiempo donde la comunicación es crucial. Nunca antes el acceso a la información y a la cultura, en sentido amplio, fue tan democrática y plural, con tanto alcance. Hoy es crucial por muchos motivos: tanto por la capacidad de información que cada persona tiene dentro de la sociedad, como por la cantidad de mensajes (cierta inflación informativa) que recibimos diariamente; por lo que supone hoy asumir este "nuevo poder", y hacia dónde nos lleva; por los peligros que tiene asumir una cultura (y sus cambios y transformaciones) de modo acrítico; porque estamos construyendo un paradigma global absolutamente distinto a lo conocido hasta ahora.
3. Celebrar para agradecer. Entiendo que toda celebración tiene una dosis nuclear de agradecimiento, es decir, de memoria, de reflexión sobre lo vivido, de dotar de sentido profundo a ciertas rutinas, a lo que se asume como cotidiano de modo significativo sin darle el lugar que le corresponde. La comunicación, como decía al inicio, verdaderamente nos hace ser lo que somos, de modo que aquellos con quienes intercambiamos mensajes, para bien o para mal, forman parte de nuestra existencia, no sólo de una biografía superficial.
4. Celebrar para purificar. La memoria del punto anterior también debiera, y máximo haciéndolo en cristiano, tener una parte claramente purificativa, que depure, que nos enseñe a situarnos delante del misterio con la grandeza que corresponda. Todas las celebraciones cristianas empiezan así, con el perdón, y no simplemente porque sí, o porque somos limitados y nos equivocamos, sino por la presencia delante de la cual queremos vivir intensamente. El perdón aquí, en esta comunicación que vivimos en la red, también otorga dignidad a la persona con la que dialogamos.
5. Celebrar para potenciar. Y saber qué potenciar, dándole sentido y futuro, abriendo horizonte de futuro. En esta dirección, las palabras del Papa para este año 2016, en la que todo gira en torno a la Misericordia, no son unas palabras cualquiera. ¡Este el horizonte cristiano de la comunicación: la acogida, el tejer lazos, crear puentes, llegar al corazón! Y hablamos, dicho sea de paso, de comunicación y no de mera información unidireccional, que nos posicione en un lugar privilegiado frente a otros, sino en clave de comunicación, es decir, de conversación y diálogo, de acompañarse mutuamente con la palabra, con la proximidad que ofrece la escucha atenta y la palabra delicada.
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