sexta-feira, 22 de janeiro de 2016

Jóvenes lejanos, accesibles digitalmente


Los jóvenes siempre han tenido sus momentos de distancia, de separación, y han necesitado ese tiempo de soledad para replantearse su vida y resituarse en ella. Es esencial, dicho de otro modo, ese movimiento de ruptura que les pone frente a sí mismos, y les sitúa en búsqueda. De algún modo, lo que los adultos y personas más cercanas pueden percibir con enorme conflicto, se convierte en un privilegio evolutivo, en una oportunidad, en una exigencia de nuestra propia naturaleza.
En otro tiempo esa soledad exigencia, trágicamente vivida en no pocas ocasiones, era auténtica soledad, sin nadie, en el propio cuarto, en la habitación cerrada al resto del mundo y no sólo a la familia. En esa soledad se fraguaban reflexiones intensas, hondas, sobrecogedoras; se formulaban preguntas radicales sobre la existencia, el planeta, las relaciones, el futuro, el sentido; se constituía la propia personalidad al tiempo que se abría paso en medio del bosque en el que se sentía perdido. Pero todo aquello ha cambiado. Las nuevas tecnologías, accesibles en todo momento pero disfrutadas especialmente por los jóvenes en esos tiempos, transforman ese proceso de búsqueda.
Algunos se preguntan por qué los jóvenes son tan sinceros, abiertos, cuentan tanto en la red de sí mismos, de su momento, de lo que viven, de lo que sienten. Y la respuesta es de lo más sencilla: narran aquello por lo que están pasando, su reflexión se ha hecho compartida, y en cierto modo también vulnerable de esa manera a las opiniones de los demás, a sus criterios, a sus presiones y represiones.

Esta necesidad de construcción de sí mismos, un tanto a espaldas de todo cuando no contra todos, es en gran medida lo que creo que les ha empujado a espacios más íntimos y personales como las efímeras redes sociales, especialmente Snapchat. En ellas regulan quién sí y quién no, de forma total y absoluta, siendo más dueños que nunca de sus propios contenidos y con una gran sensación de control y domino. Es su nuevo cuarto para hablar, expresarse, contar, vivirse y descubrirse. Eso sí, usan más que nunca los ojos de otros en esta tarea imprescindiblemente humana.
No están solos, aunque te lo parezca. No están mirando el mundo, aunque te lo parezca. Viven a través de su móvil en compañía de aquellos que van eligiendo, a los que escuchan y de quienes están pendientes. Se miran a sí mismos, procuran conocerse, quieren conocerse. Y lo hacen tecleando lo que son.

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